miércoles, 1 de septiembre de 2010

Psicoterapia Transpersonal: Hacia una sanación psicológica integral

Amigas y amigos,

Acá les dejo este artículo que apareció publicado en la Revista Uno Mismo (Chile), en la edición de Julio de 2010. Espero les interese, espero sus comentarios.
Material extraido desde Psicologia Perenne
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Psicoterapia Transpersonal: Hacia una Sanación Psicológica Integral

Por Matías Méndez López


Dentro de la psicología, el ámbito de la psicoterapia es tremendamente amplio y complejo.
Existen incontables enfoques y metodologías que orientan el abordaje terapéutico de
manera distinta, obedeciendo a diferentes concepciones sobre el ser humano, su mundo
interno, la sociedad que lo contiene y la influencia que ésta ejerce sobre su psiquismo, etc.
En la década del ’70 surgió con fuerza un movimiento al interior de la psicología que
abogaba por una nueva visión de hombre que contrastaba con las ideas propias de la
ciencia materialista de Occidente. Era la psicología transpersonal, corriente de
pensamiento que buscaba integrar la variable espiritual a la comprensión de los
fenómenos psicológicos y humanos en general.
Históricamente, este movimiento responde al encuentro de la psicología humanista
(nacida en EEUU de la mano de las contribuciones tempranas de autores tan importantes
como Abraham Maslow, Viktor Frankl, Carl Rogers y otros) con las tradiciones místicas de
Oriente. De este encuentro nace la visión transpersonal, puente que intenta conectar el
conocimiento científico occidental con la sabiduría espiritual de Oriente y los pueblos
originarios.
Como parte de este nuevo desarrollo surge una nueva manera de concebir la psicoterapia.
El trabajo terapéutico que se venía haciendo hasta ese entonces estaba dominado
principalmente por el psicoanálisis y la terapia conductual. La psicoterapia humanista iba
ganando fuerza, instalándose como una alternativa viable a estos dos enfoques
imperantes, pero de manera todavía incipiente. Con la llegada de la “psicoterapia
transpersonal”, un aire de polémica inundó la escena psicoterapéutica, avivando el candor
de los debates que ya venían desarrollándose desde hacía varias décadas al interior de la
disciplina.
El modo en que se concibe el trabajo terapéutico desde este nuevo enfoque se aparta
sustancialmente de lo que hasta ese momento se consideraba como “científicamente
aceptable”. Como veremos a continuación, este nuevo modo de entender al ser humano y
la sanación psicológica conlleva una transformación en el modo de hacer terapia, así como
la apertura a nuevas posibilidades de desarrollo por parte de nuestros pacientes.
La psicoterapia transpersonal se caracteriza por focalizar su trabajo en dos dimensiones.
Estas dos dimensiones son consustanciales al ser humano, son parte de su naturaleza
innata, pero generalmente no se las considera de manera unificada.
En primer lugar, la psicoterapia transpersonal opera sobre la “dimensión psicológica” del
paciente. En términos muy generales, esta dimensión refiere a los aspectos mentales y
emocionales de la persona, lo que incluye su experiencia subjetiva acerca de sí mismo y de
los otros, el contenido emocional de dichas experiencias, las valoraciones que hace
respecto de su pasado, presente y futuro, sus ideas, teorías y otros marcos de referencia
internos, etc.
Podemos decir que ésta es la dimensión en la que trabajan las distintas corrientes
psicoterapéuticas occidentales. Si bien cada enfoque privilegia ciertos fenómenos
psíquicos por sobre otros al momento de abordar un proceso terapéutico, todos operan
dentro de la misma dimensión psicológica-individual-(inter)subjetiva.
En segundo lugar, la psicoterapia transpersonal opera también sobre la “dimensión
espiritual” del paciente. Esta segunda dimensión del ser humano tiene que ver con los
aspectos trascendentes de la existencia, o lo que algunos llaman los estados “superiores” o
“trans-personales” de la conciencia humana.
La noción de que existen realidades más allá de la realidad física, material y concreta a la
que estamos acostumbrados proviene de las más diversas tradiciones espirituales de
Oriente y Occidente. Enseñanzas como el budismo, el taoísmo, el hinduismo, el sufismo, el
cristianismo místico, el chamanismo, etc., han señalado durante miles de años la existencia
de realidades más allá de las apariencias físicas; reinos en los cuales los limites que
percibimos a través de nuestros sentidos se disuelven para develar una Totalidad
unificada e inteligente.
Ambas dimensiones se unifican en la psicoterapia transpersonal, en tanto que al tiempo
que se trabaja sobre los complejos psicológicos, traumas, negaciones, heridas emocionales,
relaciones interpersonales dañinas, aprendizajes y condicionamientos infantiles, etc. del
paciente, también se pone atención a las posibilidades de trascendencia de la persona que
viene a la consulta. Con esto quiero decir que el terapeuta transpersonal no sólo se limita a
ayudar al paciente en la “resolución” de sus problemas personales e interpersonales, sino
que además facilita un espacio en el cual la persona puede acceder a estados de mayor
integración, más allá de su personalidad condicionada.
En otras palabras, y para aclarar lo ya dicho, la psicoterapia transpersonal se orienta a
permitir que la persona alcance, en primer lugar, un nivel óptimo de integración personal
o psicológica (lo que comúnmente podríamos denominar “salud mental”, “bienestar” o
“plenitud”), para así abrir la posibilidad de acceder a niveles superiores o “transpersonales”
(más allá de la persona, del ego, del individuo) de integración. En estos niveles
transpersonales, el ser humano integra su identidad individual con la identidad del
Cosmos, trascendiendo las barreras que lo aprisionan en un limitado concepto de un sí
mismo confinado en la experiencia de ser sólo su carne y sus huesos.
Para poder acceder a estos estados de mayor integración, los psicoterapeutas
transpersonales se valen de diversas herramientas. Éstas provienen tanto de la
psicoterapia tradicional (occidental) como de las tradiciones espirituales. Las primeras
aportan modelos para desenredar la madeja de los complejos psicológicos que configuran
y sostienen nuestro “ego”, mientras que las últimas nos entregan claves para explorar lo
que yace más allá de las fronteras de nuestro sí mismo encarnado y mortal. En este sentido,
un terapeuta transpersonal puede usar metodologías propias de la psicoterapia gestáltica,
de la psicología analítica junguiana, de la psicoterapia centrada en la persona e incluso del
psicoanálisis, integrándolas en sesión con diversas formas de meditación, ejercicios de
respiración, recitación de invocaciones y mantras, sanación energética (p. ej. Reiki, Energía
Crística, etc.), curaciones chamánicas, uso ritual de medicinas enteogénicas, etc.
Cuando el terapeuta tiene la suficiente experticia como para integrar de manera coherente
estas diferentes herramientas de trabajo terapéutico, los resultados son francamente
sorprendentes. Los pacientes experimentan mejoras en todo nivel, accediendo a
oportunidades de expansión que no se encuentran disponibles en otros enfoques
terapéuticos, dada su limitada perspectiva que les impide ver más allá de la dimensión
psicológica-personal. La terapia transpersonal es, en este sentido, “psico-espiritual”, y por
lo mismo abre la posibilidad a una sanación más integral y completa del ser humano en su
totalidad. Frances Vaughan ha señalado que la visión que tengamos respecto del ser
humano limitará siempre las posibilidades de desarrollo del mismo… por eso, mientras
más amplia, comprehensiva e integral sea nuestra perspectiva como terapeutas, mayores
serán los horizontes de expansión de nuestros pacientes.
En conclusión, la psicoterapia transpersonal representa un importante avance respecto de
otros enfoques terapéuticos en lo que respecta al modo en que concibe al ser humano y
sus potencialidades de desarrollo. Al ver “más allá” de las miopes concepciones dualistas y
materialistas de la psicología occidental e integrar la sabiduría propia de las tradiciones
espirituales, este nuevo enfoque ofrece una respuesta más profunda y resolutiva a las
problemáticas humanas. Nos permite ver que nuestra vida no se limita sólo a esta “cápsula
de piel” (Alan Watts) que nos contiene y que existen otras dimensiones susceptibles de ser
vivenciadas de manera directa, ampliando nuestro espectro de experiencias disponibles y
aumentando las posibilidades de alcanzar un estado de bienestar y de plenitud más
duradero y estable.

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